AUTOR: ELIAD JHOSUE VILLARROEL
HECHO BASADO EN LA VIDA REAL
LOS NOMBRES DE LOS PERSONAJES SON REALES, AMIGOS, HERMANOS Y PAISANOS, GENTE DE MI NOBLE TIERRA.
EN ESA ÉPOCA TENIA 8 AÑOS Y EL NIETO DE VALENTINA, RUMUALDO BEISMAL ERA MI HERMANO INSEPARABLE.
Valentina García amiga personal en mi niñez, era madre natural de Pedro Peroza, un caballero honorable y culto que siempre andaba descalzo y rumoreaban en el pueblo que se convertía en las noches más oscuras en mono o en tigre Palenque, con la intención de sembrar pánico entre sus amigos, enemigos y para ejecutar en lugares ajenos el hurto de animales domésticos, en especial las gallinas criollas.
Valentina era una anciana correosa, insulsa, engarrotada, lerda, los muchachos de la calle las tablitas le decían la vieja tortuga, porque tenían un promontorio de huesos y piel y un carapacho por espaldas.
La Vieja Valentina siempre andaba encorvada, su cara arrugada e inundada de verrugas y arrugas se mantenía en una constante expresión de tragedia. Su pelo díscolo y blanquecino como neblina se esparcía en todas direcciones, su cabello alborotado dejaba escurrir en el ambiente un intenso olor a aceite de coco, el cual utilizaba como acondicionador para peinarse.
En sus labios nunca faltaba un Cachimbo, tabaco o una “Mascada”, eran consecuente sus esputos terrosos y sus toses cavernosas, aquel espurriarte liquido manaba de sus entrañas como llama cancerosa que le quemaba las entrañas.
Su casa era angosta, dos ventanas y una puerta en el frente, en el interior tenía una sala, un pequeño pasillo, un solo cuarto donde descansaba ella, su hija Macaria y sus nietos: El Indio Beismar, Nino y Margarita.
En la parte posterior y final del pasillo un cubículo para el fogón que servía de cocina y a su lado derecho una letrina. En el patio posterior, detrás del fogón un pequeño jardín donde crecía con demarcada ufanía un solo árbol que nosotros conocíamos como: “Pata de Vaca”. Al final del patio estaba construida con palos y desperdicios de madera una destartalada caballeriza donde residía el Pollino “Ojos de niebla”
Decían en el pueblo que las brujas siempre se acompañaban con un gato negro, Valentina enigmática tenía un gato azabache que se llamaba Lucifer, de pelaje suave, brillante y negro desde las garras hasta la punta del lomo, era panzudo, peludo y extraño el color del cristal de sus ojos, uno era de color amarillo luna y el otro de un azul marino grisáceo, sus pupilas brillaban en el día como perlas recién extraída de su coraza marina y de noche como dos puntos de partida de una explosión volcánica.
Hacia contraste con la mediana mascota Saturnino, un perro grandullón, de negro pelaje como la de Lucifer, sin embargo, era un tanto opaca y sin brillo. Sus patas delanteras y traseras eran arqueadas, cuerpo fornido del medio hacia arriba.
Como guardián domestico era flojo y remolón como ningún otro perro de su raza callejera. En las noches de luna el gato corría en estampidas locas sobre los techos de hojalata (Zinc de Aluminio) de las casas, los estrépitos eran tan infernales que despertaban una cuadra entera, mientras que Lucifer aullaba, imitando desafinado los lobos de Norteamérica.
Valentina en las noches más tórridas y obscuras volaba convertida en pájaro negro en busca de sus víctimas para chuparle la sangre y robarle las energías elementales del alma. Siempre regresaba en las madrugadas antes de salir las cabelleras del sol y se apoderaran de la noche con su brillante parsimonia. Valentina aun en sus tiempos seniles continuaba su labor, en diversas noches acaloradas se escuchaba a su hija Macaria proferirle:
-¡Mama déjese de esa tontería! Usted es una mujer muy vieja para esas cosas, dele pena continuar con ese trabajo. ¡Termine ya con eso!
Pese a los términos de la señora Macaria, la vieja valentina continúo en ritmo ascendente su labor nocturna. Sucedieron muchos casos de Chupados en el pequeño pueblo de Yaguaraparo, entre ellos el del Sr. Tello Medina.
En las mañanas más claras se despertaba tambaleante, demasiado débil para un hombre fuerte como el roble. En su carne aparecían insólitas profundas marcas de moretones que lucían brillantes y negruzcas como morcillas recién cocidas, en la puerta principal de su casa inexorables aparecía gruesos charcos de sangre como si alguien los hubiese vomitado a propósito.
En el pueblo se corrían los rumores como regueros de pólvora.
-Una bruja se esta chupando a Tello.
-¿una bruja?
-Si y es espantoso, la sangre la vomita en la puerta de la casa, si tu vieras te horrorizarías.
-¿Y no sabes quién puede ser esa bruja?
-Dicen y que es una bruja.
-¿Dios mío! (se persigna)
-Pa bruja palo e piñón y una tijera entrecruza con palma bendita y el salmo noventa y uno, si Sr, pa que tu veas como amanece el otro día.
-Así fue como le hicieron la otra vez a la Minadora, prepararon la cruz de palma bendita en la puerta, le colocaron sobre la Biblia una tijera en Cruz y fabricaron un chaparro e piñón cruzado con siete dobletes, uno sobre el otro. Dicen las malas lenguas y la mía que no esta tan buena, que a medianoche a las doce y punto llego la bruja a chuparse a su víctima, pero la bruja no sabía que la estaban velando y cuando llego zas sintió el primer fuetazo en su cuerpo, trato de salir de aquella habitación pero la cruz de palma bendita, la Biblia y la tijera no se lo permitieron.
-Madre de Jesús y que le paso a la bruja.
-Fueron fuetazos sobre fuetazos en la humanidad de aquella avestuza maloliente y demoníaca.
-y la bruja no se quejaba del castigo
-¡Que va! Soportaba en silencio aquella lluvia de golpes que le propinaban con furia a matarla.
-pero manita, dicen que si amanecen dándole de golpes al espíritu, el cuerpo de la bruja permanece en su casa, incluso que si esto ocurre y raya el alba el cuerpo queda boca abajo y si alguien no la auxilia muere en una agonía profunda y dolorosa, ella misma se ahoga en su sangre. ¿Dime que paso en este caso?
-lo que paso fue que el golpeador no tubo suficientes energías para amanecer dándole de trastadas a la maldita, se agoto y se descuido por unos momentos.
-Jesucristo! ¿Y qué paso? ¡Cuéntame!
-La Bruja se escapo con gran estrépito, una bullería infernal que despertó a los vecinos del castigador. ¿Sabes lo que le paso a la bruja cuando despunto el sol?
-no, cuéntame.-Amaneció grave y después de vivir tres días de inmensa agonía murió en los brazos de su concubino.
-Ay no, pobrecita
-Eso le pasó por profesar su inmensa maldad, el que le hace mal a los demás, temprano lo veremos caer en su propia deshonra.
-No serás tú una bruja Candelaria, me dijeron y que te la pasas comprando velones negros y comprando tierra a los muertos en el cementerio
-Zape gato contigo Maria Eugenia.
Llegando valentina a ser demasiado vieja se trastoco de la mente, brincaba el muro que separaba las casas como si de un jovenzuelo se tratase, andaba desnuda y descalza, era un pergamino de piel estropeada que le forraba los destartalados huesos.
Su rostro llevaba demasiados surcos, sus ojos dos cuencas hundidas, profundas donde se podían ver dos espejos negros empañados por el tiempo, hacía ruidos guturales, parrafeando cosas extraña de sus labios, sin embargo mantenía una energía elástica, propia de los seres que viven de la fe de lo desconocido.
Y un día murió Valentina, levantaron sus restos de aquella desvencijada cama y la posaron en el umbral de una urna de madera de cedro, a su alrededor la habían adornado con flores silvestres y varias velas de fabricación casera.
A las 10:00 de la mañana enviaron por el Cura Ricardo Tapia que llego poco después, ataviado con su batola blanca que le llegaba mas debajo de los tobillos, una túnica morada echada sobre sus hombros y en sus manos la Biblia Católica, a su lado el monaguillo con el hisopo, el agua bendita y el incensario. Cinco reales le costaba aquella operación piadosa a los dolientes.
La pequeña sala estaba a medio concurrir por los familiares de la difunta Valentina, un olor a café se expandía aromático en la casa acompañado por una “entina” a cigarros, tabaco y a sopa de sardinas.
El Cura mando a levantar la tapa oscura del ataúd de madera pintado con brea fresca y adornada con cruces de palmas, un rosario y figurines deteriorados de Santos. El cura se dirige a su auxiliar para que se acerque e inicia su labor persignándose y cuando arroja el agua bendita a la fallecida esta despierta de súbito y se abalanza sobre el cura, lo abraza y estrujándole con gran fuerza exclamaba:
Sálvame padre, sálvame del demonio que me lleva, ayúdame por favor, el mandinga me quema…
El Cura Gualberto Tapia sintió que se ahogaba, que le robaban la energías del alma y comenzó a luchar contra aquella fortaleza diabólica, ella trataba de apretar con más fuerza, el de soltarse de aquella prensa humana, luego de un breve tiempo de lucha, el cura desesperado logra desasirse de aquel abrazo impregnado de fe y esperanzas, salió de la casa en estampida calle abajo como si el demonio lo perseguía, gritando enloquecido.
¡Dios mío este es obra del diablo!
Y profiriendo estas palabras surgidas una y otra vez no paro de correr alborozado y asustado hasta la Casa Parroquial. Dicen que el cura Tapia pasó varios días con fiebre, delirando y viendo en visiones a la Bruja Valentina.
Pocos días después expiro la vieja Valentina, a quien el Cura Tapia no quiso darle las bendiciones cristiana por temor a otro drama de la difunta. El Gato Lucifer desapareció días después misteriosamente, se creó un rumor causado por la superstición cultural del pueblo, decían que en una noche de luna llena el maléfico gato negro fue al cementerio y cavando en la tumba de su ama se auto enterró con ella.
El perro Saturnino se volvió tácito, tristón y noctámbulo. En las penumbras nocturnas aullaba lastimeramente, mientras gruesas lágrimas rodaban de sus ojos lagañosos. Un mes después de la muerte de su ama fue arrollado por una pesada gandola, muchas personas vieron como lo trituraba con las ruedas traseras, sin embargo Saturnino no murió.
Aquel perro moribundo fue arrojado al patio posterior de la Casa, había quedado como un vegetal pero sus aullidos como un llanto de niño se expandieron ligeros todos los días a las doce y punto de la noche. Macaria lo bañaba con jabón azul y le cubría las profundas heridas con cal y ceniza, a pesar de ello las moscas hicieron su nidal en su cuerpo y le bulleron miles de gusanos blancuzcos como el arroz, Saturnino se fue pudriendo en vida.
Fueron casi treinta días de agonía, Macaria cansada de aquellos lamentos y de sacarle diariamente gusanos con una astilla de madera lo mando a votar. Lo introdujeron en un viejo saco de pita y lo llevaron hasta la Sabana del Russian, allí lo abandonaron a su suerte.
Esa misma noche volvieron a escuchar aquellos quejidos lastimeros, fue una sorpresa que los dejo helados, indecisos, imprecisos al desconcierto, con estas dudas decidieron con cierto temor trasladarse hasta el “Fondo” allí estaba, quieto, sumiso, moviendo la punta de la cola y en sus ojos un brillo de odioso hielo, su hocico tenía espumarajos de sangre mientras dejaba entrever sus largos colmillos, su piel aguijoneada por los gusanos de la inmundicia, brillaba incandescente a la luz pálida de la luna del menguante.
Macaria realizo otros intentos, sin embargo Saturnino siempre reaparecía, lo más extraño, el perro no caminaba, sus patas traseras pendían de varios tendones y huesos reventados. No tuvieron más opción lo enterraron en vida.
El pollino Ojos de niebla fue lo único que quedo de la Bruja Valentina, aun lo mantiene vivo después de servirle muchos anos el hijo mayor de Valentina Pedro Peroza.
Si alguna vez pasan por Rió Caribe o Carúpano, visiten a la Iglesia Católica y pregúntenle al Cura Tapia si esta historia es verídica.
La Casa fue demolida en los años 80 por el Sr. Gustavo Peñalosa, el cual realizo una nueva construcción. Sin lugar a dudas ellos no saben que allí desanda el espíritu de la Bruja Valentina.