LA FABULA DE MARA




AUTOR: ELIAD JHOSUE VILLARROEL
AÑO: 1990
LUGAR: Yaguaraparo del Municipio Cajigal
1. SINOPSIS

Cuando el fraile Silvestre de Zaragoza incursiona en las tierras realengas y selváticas del Municipio Cajigal el 8 de junio del 1760, y funda la población de Yaguaraparo el 12 de noviembre de 1760, una dulce joven indígena de la etnia Guarauna decide no marcharse con sus padres lejos de los caños donde habitaba para irse en pos del Fraile y de la nueva fundación de la Virgen del Rosario de Yaguaraparo, Mara al desobedecer al cacique rompe con las leyes de la tribu y es desterrada de su pueblo por su propio padre Guarumo, el cacique de la aldea Guarauna.

Su amado Ocumo angustiado por el repentino infortunio confirma a Mara que quiere marcharse con ella al destierro, pero en forma secreta y le entrega un minúsculo cocuyo para que le guíe en el camino hasta la Isla Puntarenas donde la dejaran abandonada hasta que muera de hambre o sed. Sin embargo, cuando Mara es traslada por el piache en la curiara, ocurren imprevistos que no permiten a Ocumo unirse a su amada Guarauna. Mara en la soledad del Golfo Triste y en la penumbra de los caños se convierte en una Mariposa Alada, para volver donde estaba lo más codiciado de su corazón, su madre Majagua y Ocumo. Convertida en Mariposa peluda (palometa peluda o Hylepsia Metabus) hace un recorrido sobre las turbias aguas del Golfo para llegar hasta su aldea, donde inesperadamente le espera el más horrible destino.

LA FABULA DE MARA


Es el siglo XVII, 8 de agosto del año 1760, entre la espesura del golfo se sienten unos pasos, palpitaciones aceleradas y cansancio bronquial, se nota la angustia y el hambre, desesperanza y desolación, a veces un punto oscuro en la lejanía halófila que luego se torna más definido. Es un hombre de piel blanca, un español, un fraile, un visitante de las tierras de Aragón de España, su meta es construir un nuevo poblado con la finalidad de inducir en los indígenas un nuevo culto a su religión geopagana, Fray es un invasor del continente Europeo internado en Golfo Triste para clonar indeleble su línea de influencia europea a los Guaraunos y arraigar su transculturización o nuevas ideologías sociales a los habitantes de una zona virgen y tranquila.

Suda mientras tácito camina enmudecido por la belleza natural que lo trastoca y pierde por momentos, se siente aturdido y al no ver otra silueta humana cae de rodilla, se persigna y reza, reza por encontrar almas perdidas. Piensa que es un reto para la sacristía y se llena de emoción soñando despierto, sin embargo, se levanta trajinando su desdicha, contempla el panorama, todo por igual lo perturba, hojas, mas hojas y arboles de oblongos manglares, natura halófila que lo arrumaba a buscar donde quizás no existía civilización alguna, vuelve a caer de rodillas y tartamudea, se siente más solitario que nunca, solamente el trino de las aves cantarinas lo hacen vivir, al final de los arboles ve el siseo de un punto de fuga iluminado entre el inferior sotobosque y sigue la luz tratando de hallar camino, mas todo sigue igual.

Por instantes se inclina a diversos pensamientos profusos, tan hondos que siente penas por el mismo, el barro del golfo golpea sus sienes manchadas de sudor acuoso, se vuelve a levantar hastiado sintiéndose pegajoso y salado como el mismo salitre del fangal del caño, vuelve a caer de rodillas, se siente más aturdido y le pide a Dios por Misericordia.

Un cazador indígena oculto entre la espesura del manglar lo descubre, es de la etnia Guarauna, habitante de los caños, el indígena se impresiona, queda absorto en breve, trata de identificar o enfocar con claridad lo que tiene ante sus ojos, extrañado por aquella rara visión, piensa que es un Dios o demonio del bosque y huye atemorizado.

El Fray sigue su angustiosa caminata, su “batola” pastoral se le pliega al cuerpo como una segunda piel, siente calambres en el estomago y dolores en los músculos de las piernas, los pies los siente entumecidos por la humedad del suelo arcilloso, de légamos y de un color gris plomo, las raíces infinitos opérculos de los mangles son como espinas suaves que al pisarlas una y otra vez le hacen daño, las sandalias se vio en la obligación de abandonarlas,  porque se le rompieron en el pegajoso chapucero del fangal.

Y siguió dando pestazos en aquella selva umbría, fría, pantanosa, igual en todas partes, era como deambular en un laberinto que carecía de principio y de final, parecía un universo de insomne misterio  traslucido. El exótico paisaje para Fray silvestre de Zaragoza era espectacularmente hermoso, el contraste, el verdor, el brillo prolongado del sol, aquellos inmensos arboles larguiruchos eran como rabos oblongos que surgían ahítos de la madre tierra.

Fraile Silvestre se detuvo exhausto, dolido, angustiado, le dolían hasta la punta de los cabellos, el pobre franciscano lleno de sudor y barro portaba una mochila donde guardaba algunos asuntos de féminas para regalos de sorpresa a las hembras indígenas, diría él, locas, alegres, juguetonas y alborotadas. Con este trajín y ya casi para darse por vencido vio una luz en el punto de fuga, al final de la línea horizontal, entre los árboles, en el perfil de su búsqueda imaginaria presintió un movimiento, era un humano desnudo con algo en las manos que lo miraba asustado,  se sintió feliz por primera vez y en señal de gracia levanto aquella improvisada cruz, construida en manera rudimentaria para servirse de bastón y signo religioso, fuente de apoyo, soporte y estímulo de fe para proseguir el camino andrajoso.

La Selva halófila fue testigo de aquel misterio de la cruz de Caña y mamure, de las lágrimas de aquél hombre y su quejumbre pesada, ahora estaba alegre y mientras sollozaba de felicidad le daba gracias a Dios, este hallazgo le hizo brotar adrenalina en su desfallecido cuerpo, hundió con fe y fuerzas la punta inferior del improvisado bastón en el barro en señal de victoria, con esto estaba marcaba un nuevo territorio español y la pérdida de la soberanía de los pueblos nororientales que pertenecían a los Guaraunos, desde ese día la etnia perdería los derechos de sus manifestaciones, identidad y a su libertad socio cultural.

¡Gracias señor! ¡Gracias! Dijo aculebrado y se persigno de nuevo, sintiendo un gran alivio interior.
El indígena corrió asustado y se encuentra con varios de sus hermanos Guaraunos, están cazando cangrejos azules para alimentarse con ellos asados, puestos sobre brazas o crudos como aun lo hacen los habitantes de Yaguaraparo. La caza del cangrejo azul es una tradición de culinaria indígena de hace más de 300 años y actual se mantiene vigente en el pueblo, una cultura de la gastronomía indígena consumida ancestral por la mayoría de los pobladores.

El indígena que parece ser el jefe de aquel grupo llega todo alborotado y comienza a realizar una danza ligera, pegando saltos dislocados y gritos locos, como poseído. No se sabe si eran de rebeldía o de agreste bienvenida, los demás enmudecieron sin saber de aquella locura o demencia repentina y reconociendo la jerarquía de aquel jovenete se apiñaron a su lado, algo sucedía pensaron y esperaron lo inevitable.

El jovencito luego de varios giros y zancadas entre el chapoteo del barro fangoso y oliente a azufre señalo su redescubrimiento con emocionante tertulia. JU, JU, JU… grito enardecido, de admiración o de protesta comunitaria, ¿qué diablos era aquello? quizás pensó perturbado, un hombre con algo oscuro puesto encima, un enorme chichón en la cabeza y la piel clara color de los bagres amarillos del golfo.

Los indígenas Guaraunos eran dóciles y no eran caníbales, propiamente dicho eran recolectores marinos, de frutas y algo carnívoros pero de carne animal, aves y otras cosas. ¿Conocían del fuego? Claro que si, en los estudios e investigaciones que hemos realizado en el Municipio Cajigal del estado Sucre en Venezuela, logramos reunir ciertos acopios de la vivencia de esta etnia que aún permanece vigente en el tiempo, entre este aval tenemos partes de piezas, tiestos o vestigios cerámicos que fueron cocidos en forma rudimentaria y sin ningún tipo de técnica afín que determinara que sabían utilizar hornos para su cocimiento, la manera de cocer sus tiestos de barro era extendiendo la pieza cerámica abajo o encima de maderos encendidos, lo que denomino desde mi punto de vista: quemado a la leña. Estas piezas no se quemaban en su punto alfarero, debido a que las paredes quedaban crudas en el centro, las cuales con el tiempo se tornaban negras y externamente se ponían de un rojo opaco causado por la abrasión exterior del fuego, esta situación de cocimiento rudimentario era procesado sin ningún tipo de presión o un cocido técnico integral.

Las piezas indígenas son porosas porque no las tamizaban, quedaban con cierto grado de arenisca y de piedras pequeñas, esto nos dejó la manifestación peculiar de la artesanía cerámica de los Guaraunos, piezas de origen rudimentario, de estructura muy frágil e inestable, pero adorables y bellas para aquel que logre conseguir una sola en buen estado. ("Es para el que entienda, el que no logre entender mejor que se quede quieto o si no yo mismo lo pondré en su lugar")

Después de haberte imbuido en toda esta trastada, que te hace reír o quedarte sorprendido: El pobre Fraile Silvestre de Zaragoza se entusiasmo tanto con aquellos jovencitos y niños de la tribu Guarauna y sin pensarlo dos veces se acerco muy orondo, sabiendo bien que algunas tribus venezolanas como los Guerreros y feroces Caribes, se habían a despachado en el amazonas a varios de sus hermanos de religión, recordando esta barbarie en la masa gris a cien por minuto, trago seco.

Los Guaraunos seguían la danza frenética, más bien parecía hostil que amistosa. Las indiecitas se enculillaron y recularon un tanto impresionadas, otras curiosas, pero en fin con el corazón que amenazaba saltar con violencias del pecho.

Los indios levantaron sus lanzas en señal de amenaza, los gritos irrumpieron el quietísimo desvelo de los vientos marinos del golfo muerto, el trinar de las aves y el caminar de los cangrejos azules.

El trepidante canto de los desnudos era una música celestial para el párroco y sin temor alguna, apoyándose fuerte en su mancomunada fe con Dios, tomo fuerza su marcha y se adentro con bastante normalidad al centro de aquella danza cantarina. Quizás exclamo con culillo: ¡Dios mío en que berenjenal me he metido! Me imagino más bien en vez de berenjena menciono al plátano. Quizá le mentó la madre a quien lo había encomendado para aquella dificilísima Misión. ¡Hasta yo por ser cristiano! ¿Imagínese si hubiese sido usted? Le hago una preguntita ¿Qué hubiese hecho? De todas maneras no le estoy colocando un serrucho en la garganta para que conteste.

Cuando Fray llego al centro de aquella ceremonia de hostil bienvenida se acobardo un poco y se embutía en pensamientos dispares a cada embestida que le hacia el jovencito indígena, en la primera revuelta el fraile reculo tres pasos, después varios trancos entrecortados hasta que exhausto no lo hizo más, el joven indígena se dio cuenta que Zaragoza no tenía miedo alguno y grito enardecido en su lingüística algunas parrafeadas que el Fraile Aragonés no entendió ni chispa.

Seguro le mentó la madre, digo yo, y de paso quizá diría en su interno enturbiado el chorreado cura, ¡la tuya por si acaso! o corroboraría en silencio el angustiado Fray Silvestre, sin atrever a alborotar mas aquel avispero que estaba esperando que se resbalara para ensartarlo como a un perro.

Las niñas y adolescentes hembras decidieron tomar aquel barro chapucero y se lo arrojaron contundente a Zaragoza que trato de protegerse el rostro con las manos. Después de un gran aventando de charco en su cuerpo el fraile se canso de aquel maltrato y disponiéndose que no era bienvenido dijo: ¡Tranquilos, tranquilos! con esta preposición los indígenas guardaron de súbito silencio, el párroco siguió sus palabras inspirado como si de un discurso político se tratase: he venido desde muy lejos, en nombre del señor le tengo buenas nuevas, solo quiero que me llevan con su cacique, con su jefe. Los indígenas no comprendieron el sabio castellano de aquel invasor español y creyendo que era una perorata incuestionable o simple, una burla de aquel Dios o demonio blanco volvieron a romper aquel silencio con su canto desbordante. Ju Ju ju ju…

Fraile Silvestre de Zaragoza había quedado un poco abatido después de su corto discurso, detrás de los bastidores de un embajador de chicota, en igual se sentía envalentonado por el primer silencio de los indígenas.

Sin embargo, aquel avispero se volvió alborotar y gritaron con más energía, el Fray sintió una angustia deplorable y sintiéndose como mísero mártir expreso solapado: ¡Tranquilos, tranquilos! ¡vengo en son de paz! Afincándose en su fe volvió a balbucir en tono suplicante: en nombre del señor traigo buenas nuevas, vengo en son de paz, en son de paz, sois amigo, ¡amigo!

El Fraile siente en la misma piel viejas circunstancias sociales, de identidad, de lenguas, mundos distintos, dios y dioses, interrelaciones dispares sin convergencias afines y deslumbrado por aquella inquietud se siente desplazado e imposibilitado a cumplir su misión, viendo presto el final de su campaña religiosa, de ornamentación, santos de madera, yeso y cartón, exclama en latín agonizando en su estrepada evangelización; ¡en el nombre del espíritu santo!

Los Guaraunos que no entienden lo que dice aquel extraño hombre gritan a coro una labia que enloquece al cura, Fray presintiendo su propio sancocho, empalagado y pasado a candela pierde su fuerza emocional, se aterroriza y gimotea: ¡no me matéis, no me matéis! como loro viejo vuelve a recaer en su frugal mensaje para repetir lo mismo: he venido desde muy lejos, en nombre del señor, traigo buenas nuevas, solo quiero que me llevan ante su jefe.

El indiecito se acerca chacarero y sintiéndose dueño de la escena aprieta su lanza a similitud de una estaca y la aprieta con fuerza hasta que los nudillos se tornan blancos como la leche…(Falta un tramo de historia)

CUATRO MESES MAS 4 DIAS DESPUES...


Yaguara o Río de los Corozos es un pueblo Guarauno, sus habitantes Vivían en bohíos dispersos, e internados en los caños del golfo y en la Selva Virgen. Fray Silvestre de Zaragoza ha Logrado reunir a varias familias en un lugar estratégico para la formación de una nueva misión o pueblo. Sin embargo el piache o brujo de la tribu no estaba de acuerdo con Fray silvestre de Zaragoza y decidido trata de intimidarlo para que se retire de la tribu.

En la reunión toda la tradicional superstición del piache es patrimonio de la tribu, quienes temen al hombre del embrujo, el cual, según sus creencias, tenía el poder para lanzar un mal a distancia.
En un ceremonioso rito, junto al crepitante fuego y sujetando entre sus curtida mano la maraca sagrada, en la cual guarda “los carezco” o espíritus tutelares se preparaba para expresar con rebeldía la JOA ofensiva.
El piache irrumpe danzando y gritando en tono amenazante, moviendo violentamente la lanza y maraca sagrada mientras grita con extraña rebeldía. Después de varios giros y enloquecidas piruetas alrededor del fuego se detiene bruscamente para decir en tono misterioso. “Yo soy el JOARATO, el mago guarao, el hombre más temible de mi raza. Nadie sabe como yo, la DOAMATUMA, la jerga piachera.

Yo soy el padre de la JOA ofensiva o libertadora, por eso también me llaman JOA A RIMA.
Hay seres que tienen poder y hacen daño a otros y existe un mundo de los agentes del mal físico o de lo que causa el mal.

Como toda “JOA” es mala yo soy su amigo que la ensalmo, para manejarla a mi capricho, para que me obedezca no por la fuerza si no por la simpatía. TODOS LOS WARAUNOS ME TEMEN. ME TEMEN…

Y ahora yo lanzaré un ensalme maléfico, una JOA ofensiva a mis enemigo y a ese blanco que anda por allí.
(Con ira salvaje) ese blanco… Yo no lo he visto, pero mis dioses se enojan con su presencia, Lo odio, lo odio…

Hace varios giros danzando y dando gritos, suelta ágilmente la lanza que tenía en el suelo y se sienta en un tronco para fumar una guina (tabaco largo). Cuando se siente como transportado, se levanta y lanza el estribillo de la JOA.

Dialecto Guarauno
miana miana
ano yabe sanuka tecore
mianan miana
utide yatarone
ji sabe naca to aye ine
yori guabayacuna
yori musenobarayacuna
yori boiboto yekuna
yori jauana yecuna
yori sinaka yakuna
yori inarebaka yekuna
yori tututu yekuna
Traducción
joa joa
con la llave pequeña por la cintura amaradle sin piedad.
joa joa
oh tu aunque lejos estas
alla te disparo mi joa
que te mueras
que te enfermes
que te debilites
que vivas en continuo temor
que te aflijas de tristeza
que vivas inmovilizado
y que siempre estés temblando

        Después de realizar varias cabriolas y morisquetas el piache danza sobre el fuego, dando espeluznantes saltos para después retirarse cansado y sudoroso, devorado por las penumbras de la noche.
La planicie se extiende inacabable desde el Valle de Yaguaraparo, revestida al sur con una inmensa sabana que adorna sus adyacencias con la densidad hermosísima de los Manglares y las aguas de un amarillo ocre en los fangales de los Caños.

       El sol brilla intenso en la planicie, filtrándose entre la densa vegetación de manglares, miles de cangrejos azules se pasean sobre el barro lagañoso del manglar y en el aire planea el gavilán criollo, realizando espectaculares cabriolas para cazarlos. Contrasta el paisaje con las Cidras rojas, tejiendo un vistoso matiz con las garzas blancas, los gallitos laguneros y los patos silvestres cuyos ennoblecen la magia de aquellas tierras vírgenes. Entre esa espesura, bordeando pequeñas trochas se acerca extenuado y sudoroso el Padre Fraile Silvestre de Zaragoza, quien es acompañado por el indio Yaco.

    El 12 de noviembre de 1.760 va ocultando sus rayos mortecinos y sobre la verde campiña de Yaguaraparo flotan en el aire los ritmos Indígenas de la Tribu Guarauna, mientras Fray Silvestre de Zaragoza les habla por primera vez se y se inicia la fundación de un pueblo que será una noble endecha del oriente de la Patria Venezolana.

Fray Silvestre de Zaragoza ha permanecido en silencio observando el desarrollo de la ceremonia. Los indígenas Yaco y Yaguarú se han mezclado con los bailarines. Terminando el baile, se anuncia el Cacique que avanza muy ceremoniosamente.

       El Cacique: Silencio. Ha llegado hasta nosotros un blanco. Se llama Fray Silvestre de Zaragoza. ¡Ha tratarlo como amigo!

Fray Silvestre: Te saludo, gran Cacique ¡vengo de muy lejos y quiero quedarme contigo y tu tribu aquí. ¡Quiero ser tu amigo!

         El Cacique: (Receloso) ¿vienes de lejos hasta aquí? ¿Y que buscas?
Fray Silvestre: Traigo para ustedes el mensaje de amor de un Dios. Un Dios que los ama, además quiero enseñarles muchas cosas que se, en vez de estar lejos los uno de los otros, nos asentaremos todos allá, en aquella planicie, organizados para formar una población y viviremos como una sola familia que se llamara el pueblo de Yaguaraparo.

         El Cacique: ¿Qué dicen los hombres de mi tribu?
Los indios: Hacen una aligera inclinación de cabeza mientras uno habla en nombre de todos. ¡Estamos a tus órdenes, Gran Cacique!

         El Cacique: Siéntense (luego se dirige a las mujeres) sirvan y traigan el “cachirí” en señal de regocijo.
Fray Silvestre observa con profundo respeto la actividad socio cultural; mientras continúa embelesado en aquella ceremonia indígena se le acercan unos niños curiosos y le brindan el “cachirí” en una totumita.
         El Cacique: Bebe como nosotros el cachiri que emborracha a los indios y los hace feliz.

Fray Silvestre: (Bebe un poco) les he dicho que vengo a vivir con ustedes. Ser uno más aquí. (Disimuladamente deja a un lado el “cachiri” y con unos niños a su lado eleva esta plegaria: Señor tu sabes con cuantos sacrificios he llegado hasta aquí. Señor solo tu sabes lo que me espera, pero todo lo he dejado por ti, por estas almas que redimiste con tu sangre y que no te conocen. ¡Señor ayúdame a lograr estas almas para ti!

        Tienen fama de tercos y huraños pero en las manos de María coloco esta tribu y estas tierras en la que San Rosario ofreció para triunfar contra la herejía de los albigenses y triunfó, también vencerá algún día haciéndolos suyos, por eso la pondré como Patrona de este pueblo.

EL Cacique: ¡indios de la tribu Guaraunos! En adelante llamaremos a este pueblo Nuestra Señora Del Rosario de Yaguaraparo, pues lo doy como fundado hoy 12 de noviembre de 1.760 
         Los indígenas exclaman en plegaria ¡gracias, Señor!

La noche se acerca ligera y las aves diurnas comienzan a recogerse, mientras siguen eufóricos los ritmos de los cantos, gritos y tambores Guaraunos.

       El piache regresa enfático con la entrada de la tribu a la planicie, se sienta hostil y con la sangre de hirviente ira se enojaba una y otra vez al ver que el Cacique y la Tribu han aceptado a Fray Silvestre, impotente se pierde entre la densa oscuridad, sin antes vaticinar el futuro y de echar una horrible maldición: los hombres guaraos no estarán mucho en estas tierra que serán malditas para siempre, estas tierra serán signos de sangre, sudor, miseria y una plaga que vendrá de tiempo en tiempo y no dejara vivir a sus habitantes. Terminando su macabra acotación da rienda suelta a una carcajada cavernosa que se esfuma con el viento lastimoso.

La tribu se llena de un espanto embutidos entre el misterio y la magia del piache, el padre de Ocumo, el prometido de Mara.

SIETE DÍAS DESPUÉS


       Mara era una hermosa joven indígena de la tribu de los Guaraunos, hija del cacique Guarumo y la cacica Majagua.

         Cuando decidieron marcharse de sus tierras que estaban ubicadas entre los caños del Golfo para ir en pos del Fraile Silvestre, Mara la hermosa indígena les dijo dulce a sus padres:
         Padres míos yo no quiero desobedecerles a ustedes, pero yo no quiero marcharme de mis tierras, allá no es seguro y aquí nos protege el Dios de estas aguas que son tan limpias como los ojos del cielo.                
-      Hija mía (le dijo el cacique tratando de convencerla) tu sabes que ese señor de piel blanca ha venido a traernos buenas nuevas y nos ha prometido un Dios de verdad que nos traerá paz, gozo y otras tierras donde podemos cultivar todo el maíz y la yuca que queramos.
               Mara se entristeció mucho y enojándose con sus padres les dijo gritándoles.
- ¡           Eso es mentira! ese hombre es un demonio blanco que ha venido desde el sol, disfrazado de Dios para engañarnos y robar nuestras almas, ¡no quiero irme!

- El cacique molesto por aquella afirmación de Mara endureció la cerviz y levanta la mano para azotar a su hija, pero se contuvo, porque la amaba mucho. Su esposa la cacica Majagua le dijo, mirando fijamente el suelo.
- Y  o se que nuestra hija esta desobedeciendo y eso atenta en contra de nuestras costumbres, me duele mucho el alma y se me parte en pedazos mi corazón. (Al susurrar esto se abraza al cacique para luego terminar diciendo) nuestra hija debe ser castigada con el destierro, si no lo hacemos seremos castigados por el Dios de las aguas y vendrán los dioses de la tierra de los muertos a castigarnos. Nuestra aldea pagará las consecuencias de nuestra desobediencia.

-               Guarumo se abraza dolido a su esposa y mirando por última vez a su hija Mara dice: desde esta noche haremos una velada que durará tres días y tres noches. Anda ve y dile a la tribu que no reuniremos cuando la luna raye las copas de los árboles y le hablas al piache y le da mis instrucciones para que haga los preparativos, mañana antes que despunte el sol deberá de llevarse a nuestra hija con destino al destierro, allá en la isla Punta de Arena, donde permanecerá hasta que el dios de las almas y del mas allá venga en su búsqueda.

-            Al escuchar las toscas palabras de Guarumo, su padre el cacique, la tierna Mara se puso muy triste, sintió que el corazón se le desgarraba en pedazo y acurrucándose en el chinchorro donde dormía lloró desconsoladamente.

                Su madre cuando se despidió de Mara le dijo con ternura:
-               Hija mía te llevas mi corazón, aunque te voy a perder para siempre estarás a mi lado. Todas las noches te prenderé una fogata frente de mi Choza, allá en las tierras de los blancos para iluminarte el camino en la distancia y que algún día puedas volver a casa, pero si regresas traerás una maldición contigo, son los designios de nuestras costumbres.

               Todos en la tribu se pusieron muy tristes al saber la amarga verdad de Mara. Las mujeres de la tribu fueron hasta la choza de Mara y la consolaron con sus lágrimas, se desgarraron los guayucos del cuerpo, se auto mordieron y aruñaron las carnes y se halaron los cabellos en señal de duelo. Después buscaron las mejores flores de los mangles y tejieron largos collares y vistieron con ellos a Mara, le ungieron con aceite de coco sus cabellos y se lo untaron en su adosada piel juvenil, para protegerla de los mosquitos de los caños, trajeron perlas y le hicieron un cintillo y se lo pusieron como corona, la cubrieron de besos, de palabras retorcidas por la penas y la humedecieron repetidamente con lágrimas de dolor. 
    
-               En la aldea el Piache tenía un hijo que lo llamaban Ocumo, era un joven guerrero de noble procedencia que estaba enamorado de la hermosa Mara, al saber la noticia se acercó hasta la choza de Mara y esperó que las mujeres se fueran para entrar.

                Amada mía le dijo, he sabido de tu dolor y he venido acompañarte si es posible hasta la muerte.
-               Mara le dijo algo confusa, ¡Amor mío, Déjame! estoy desgraciada para toda la vida, si te ven conmigo sufrirás las consecuencias y tú y tu querido padre, el piache, serán echados a las aguas como sacrificio por tu atrevimiento. Estas en la choza de una doncella.

-              Entristecido se acerca con ternura a Mara, le besa tiernamente los labios temblorosos y le susurra al oí­do. Mara eres lo único que me sustenta en esta vida, sin ti no podrí­a vivir, yo mismo me tirarí­a al agua para sacrificarme por tu amor, pero déjame decirte algo. Cuando te lleven en la madrugada y aun no se vea el sol, quiero que me guíes donde te llevan, para eso te traje este cocuyo, cuando estés en la curiara lo tomas fuerte en tus manos, lo pones en alto, hazlo que mi padre no te vea, entonces podría seguirte en la oscuridad y llegare donde tú vas a llegar. Allá nos uniremos y haremos muchos hijos, nos multiplicaremos en todo los manglares para que nadie sea desterrado en estas tierras.

          Mara asienta con la cabeza y tomando el cocuyo la aprieta contra su pecho y le dice a Ocumo emocionada. Lo haría así nunca me sigas. Ocumo la abraza con fuerza y mara le corresponde con tierna pasión, ocumo herido de dolor le estampa un beso emocionado y le expresa con orgullo. Déjame marchar, voy a preparar mi cayuco, las vituallas y algo de seco con casabe y agua para llevar.

-               Esa noche el Cacique Guarumo y la Cacica anunciaron la velada y cuando salía la luna resplandeciente e ilumina las copas de los árboles y el calor enfurecía la tierra, la aldea se reunía a orillas de las aguas para llorar el destierro de mara.

-             En la madrugada, todavía en la oscuridad reinante, el piache vestido con su atuendo de costumbre, tomando a Mara le amarra por los pies y manos y tapándole los ojos con un buhito le dijo amargado. Mara perdóname! pero tengo que taparte los ojos para que no veas la luz del camino y te guíes por ella y regreses de vuelta a la aldea.

- Ocumo se monta en su curiara y seguí­a un tanto lejano a la curiara del piache, sin embargo la oscuridad era poca por la claridad de la luna y ocumo distinguí­a a los viajeros, mientras escuchaba el vaivén de las olas y el canto de las aves nocturnas. Para su desgracia una nube negra oculta la luna y una oscuridad se abatía sobre los caños. Ocumo trata de apresurar su canoa pero ya no veía nada, solo esperaba la señal de Mara, el cocuyo que él le había entregado en la Choza.

-              Mara pensó en su amado pero iba amarrada de pies y manos en el fondo de la curiara y no pudo hacer nada por darle la señal a Ocumo. Gruesas lágrimas le partieron el espí­ritu quebrantado.
-                           Ocumo se extravió en la oscuridad y no lo vieron más.

Durante tres días y tres noches El Cacique Guarumo y la Cacica Majagua en compañí­a de toda la tribu lloraron sin parar que convirtieron aquellas hermosas tierras en un barro azulado y pegajoso y las aguas se tornaron turbias y terrosas, por eso es que todas las tierras de los caños son barrosas y las aguas turbias.

        Mara en su destierro querí­a convertirse en una mariposa para volar en busca de su madre, pues todas las noches veí­a la señal que ella le hacía en la aldea. Fueron tan fuertes sus sueños y su embargable tristeza que se convirtió en una oruga pequeña y peluda y comenzó alimentarse de las hojas de los mangles.

La Cacica Majagua durante todas las noches en la nueva Misión de Capuchinos aragoneses de      Yaguaraparo, frente a su choza encendía una hoguera como le habí­a prometido a su hija Mara, para que ella lograra ver el camino y regresara a casa.

        Mara convertida en oruga tejía su manare de noche para salir de la pupa en horas nocturnas, querí­a convertirse en una mariposa nocturna para llegar hasta su casa y ver a su madre querida. Y así­ sucedió, Mara nació una noche como una hermosa mariposa y viendo la luz de la fogata de su madre que le alumbraba el camino, voló hasta la aldea, cuando logré llegar a la nueva misión de capuchinos aragoneses y la aldea de guarauna, sus hermanos no la reconocieron como la hermosa Mara y la identificaron como una paloma nocturna de mal agüero y trataron de matarla. Mara al ver esta acción de sus hermanos juró volver para vengarse de todos sus hermanos y descendencia.

        Huyendo de los indígenas se encontró en la oscuridad y no podía ver nada, presa del pánico vio a una lucecita y comenzó a seguirla, dándose cuenta que una mariposa igual a ella también seguía el cocuyo, era ocumo convertido en una mariposa que siguiendo al cocuyo, estaba tratando aun de hallar a Mara.

Mara y Ocumo se emparentaron y han poblado los caños de con miles de sus hijos cumpliendo la promesa de Ocumo, para evitar el destierro. Mara regresa buscando siempre la antorcha de su madre en el pueblo de Yaguaraparo acompañada por miles de sus hijos para vengarse de los descendientes de sus hermanos, la maldición que vaticinó su madre, la Cacica Majagua se había cumplido.

        Por eso es que las Palometas peludas, buscan siempre la luz y sueltan sus vellos envenenados para vengarse de sus hermanos, la gente del pueblo de Yaguaraparo, y aunque siempre tratan de extinguirla, aun no han podido lograrlo.
                                                                              FIN.
Fuentes Lengua indígena Guraunos: Escritos de los Frailes Capuchinos Aragoneses de la Misión de Cumaná (1760 - 1771).
Derechos Legales
AC PRODUCTORA EAN 1988 - 2010


Espero que les haya gustado la historia que se hace Leyenda de mi pueblo. 
Mi abuela paterna por parte de mi padre era de la etnia Guarauna, mi otra abuela era procedente de Trinidad, de orígen Africano.

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vayike dijo...

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